jueves, 16 de julio de 2015

Todo sea por la gloria institutora



Muchas voces se han levantado para reaccionar con indignación por los actos de violencia que se dieron en las inmediaciones del Instituto Nacional la semana pasada. Una persona encapuchada – que parecía ser un joven estudiante institutor – acompañado por otra media docena de muchachos causó un incendio frente a un profesor, causándole heridas, al igual que a otros estudiantes. El profesor y dos estudiantes, con graves quemaduras, fueron atendidos en un centro de salud y siguen bajo cuidados médicos.
La ciudadanía condenó el acto y pidió que se hiciera justicia. El Ministerio de Educación y el Ministerio Público se han movilizado con lentitud. Otros han opinado que debe legislarse para aumentar los castigos y algunos extremistas han demandado el cierre del Instituto Nacional, fundado en 1909.
Recientemente me encontré con un escrito del profesor Ricardo Ríos que ha realizado, en mi opinión, el análisis más calmado y atinado de la situación. Pone sobre el tapete varios factores que explican los incidentes de violencia en los alrededores del “Nido de Aguilas”. Por un lado, la prohibición oficial desde hace varios años de la Asociación Federada del Instituto Nacional (AFIN). Por el otro, un asedio permanente e injusto contra el plantel por parte de los estamentos gubernamentales durante el período anterior. Además, el profesor Ríos señala el interés de algunos ‘desarrollistas’ por apropiarse de los valiosos terrenos que ocupa el Instituto para convertirlos en negocios urbanísticos.
Veamos cada planteamiento con calma y orden. En primer lugar, la falta de la AFIN genera desorganización y ausencia de liderazgo. El Ministerio de Educación ha logrado su objetivo: descabezar el movimiento estudiantil. Según Ríos, “el vandalismo estudiantil es consecuencia, entre otros factores, de la ausencia de la Asociación Federada, colectivo de la Federación de Estudiantes, que encauzaba las inquietudes cívicas de los alumnos del plantel. El movimiento estudiantil  no existe sin liderazgo definido es imposible establecer responsabilidades, predomina la anarquía y se favorece la maleantería”.
Ríos agrega que “el Instituto Nacional fue baluarte de la nacionalidad panameña durante la épica de la (lucha por la) soberanía. (A su vez), durante la dictadura militar fue centro indomable al defender la institucionalidad democrática. Son muchos sus mártires y héroes, su trayectoria de civismo, cultura y patriotismo es innegable. El devenir nacional  es impensable sin sus logros y aportes al alma panameña”.
En segundo lugar, Ríos apunta a una conspiración de los sectores más retrógrados de la sociedad panameña que quieren ver desaparecer el faro que el Instituto ha representado por más de un siglo. En los tiempos de Martinelli y Lucy Molinar, se atacó “al Instituto Nacional para desprestigiar  los actos conmemorativos del cincuentenario de la gesta patriótica del 9 de enero. Semanalmente se provocaban actos violentos con enmascarados, el asunto era criminalizar a los institutores”.  Incluso, se rodeaba al Instituto con policías militarizados. Las cuadrillas del Ministerio de Obras Públicas salían a la Avenida de los Mártires a borrar las expresiones artísticas de los jóvenes alusivos a los actos heroicos del 9 de enero que encabezaron los institutores en 1964.
Nada es casual, dice Ríos. “El Nido de Águilas es asediado por distintos intereses empeñados en desprestigiar su imagen y trayectoria”. Concluye denunciando que, “el lucro inmobiliario desea el cierre del Instituto Nacional para edificar en su valioso terreno sus torres del lavado de dinero. La actitud antinacional y antipatriótica de los que no han superado su mentalidad de protectorado desea el cierre de ese baluarte de nuestra nacionalidad. Intereses de grupos religiosos de la ultra derecha tampoco quieren un centro del pensamiento crítico. A esas voces les decimos que no lo lograrán, nos encontrarán en cada rincón de la patria luchando contra sus nefastas intenciones”.
El Instituto Nacional se encuentra en un espiral que es propio del país en su conjunto. Al igual que la justicia, la educación en Panamá es clasista o selectiva. Los niños son matriculados en las escuelas y colegios pensando más en quienes serán sus compañeros de aula que en la calidad de la enseñanza. Los gobiernos de turno están al servicio de un sistema educativo perverso que combina la represión y la ineficacia con los negocios. Hay que liberar el enorme potencial creativo de estudiantes y maestros en todo el país. Hace falta un plan de desarrollo nacional donde la educación ocupe un lugar privilegiado. Todo sea por la gloria institutora, como lo proclamó Manuel Roy.
16 de julio de 2015.

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