Le dedicamos unas líneas al Estado Islámico (EI) de Irak y Siria en
reacción inmediata a la declaración del gobierno panameño anunciando su apoyo a
la alianza militar encabezada por EEUU que pretende contener la ofensiva del
movimiento fundamentalista. La reciente ejecución de 20 cristianos egipcios en
Trípoli (Libya) por el EI ha horrorizado a la opinión pública mundial.
El gobierno panameño está siguiendo el ejemplo del expresidente Ricardo
Martinelli (2009-2014), que asumió posiciones internacionales que no respondían
a los intereses de Panamá. Martinelli jugo con los diferendos en el medio
oriente y en el este asiático Ahora, el presidente Juan C. Varela se suma a una
guerra contra un movimiento que proclama su lealtad a una corriente religiosa.
Mañana, ¿se sumará el gobierno a la guerra de EEUU en Ucrania, a la política de
aislamiento contra Irán o a las acciones de desestabilización del presidente
Obama contra el gobierno bolivariano de Venezuela?
Veamos quienes son los tres actores en esta tragedia: El EI (y sus aliados
sauditas, turcos y egipcios), EEUU (y la OTAN) y, finalmente, Panamá (y la
Embajada de EEUU).
El EI es un proyecto político de una importante facción política que cuenta
con el apoyo de comunidades sunitas distribuidas en Iraq y Siria y con
simpatizantes a escala mundial. Es financiado por el reino de Arabia Saudita,
fue organizado militarmente por EEUU y en la actualidad recibe apoyo de Turquía
y Egipto. Su bandera de lucha se basa en la corriente sunita que reivindica los
valores árabes y musulmanes ‘tradicionales’ en el medio oriente.
El EI es una criatura de la política norteamericana que pretendía debilitar
a los chi’i (otra facción musulmana) en Irán y la influencia soviética en
Afganistán (en la década de 1980). Al igual que EEUU, los sunitas son enemigos
de la Hermandad Musulmana que representa la corriente política más poderosa en
Egipto y Hamas en la franja de Gaza. Es enemigo también de Hezbola, presente en
El Líbano.
Utilizando a Arabia Saudita y los Emiratos árabes como frentes, las
agencias subversivas de EEUU organizaron, financiaron y armaron a los sunitas
de Al Qaeda. Después abanicó a los sunitas en su lucha contra el gobierno laico
(único en la región) de Siria. El Estado Islámico cuenta con armas y
adiestramiento militar norteamericanos, así como dólares de Arabia Saudita. El
EI, más que una invasión que barrió con toda oposición en el Levante, es el
producto de una insurrección. Ocupó los territorios que respondían a su
ideología (religión) y objetivos políticos.
EEUU, en cambio, tiene como única estrategia en el medio oriente, dominar
los ricos yacimientos de petróleo. El 50 por ciento de la producción mundial de
esta fuente de energía está concentrado en los países árabes y el golfo
Pérsico.
Desde la década de 1950, EEUU desestabilizó, primero, las potencias
coloniales (Inglaterra y Francia) que controlaban la región, después a los
gobiernos árabes nacionalistas que reemplazaron a los europeos y, en la
actualidad, sataniza a los gobiernos fundamentalistas. Su objetivo estratégico
es contar con regímenes inestables (Libia, Siria, Yemen, Palestina e Iraq),
sumisos (Marruecos, Jordania, Kuwait y Túnez), militares (Egipto y Argelia) o
dependientes (Arabia Saudita y los Emiratos). Por el momento su peor enemigo es
Irán que no se somete a las políticas de Washington. Su aliado incondicional,
desde 1955, es Israel. Ambos están en la región pero sus pueblos no son árabes.
¿Qué tiene que ver Panamá en esta lucha por controlar el petróleo del medio
oriente? La respuesta es obvia: Nada. Según el gobierno panameño, se sumó al
grupo para "combatir el terrorismo y los actos de violencia producto de la
intolerancia religiosa, cultural y étnica".
Panamá debe contribuir a la paz en el medio oriente sin inmiscuirse en
asuntos ajenos con falsas pretensiones de “bloquear fuentes financieras o ser
parte humanitaria”. Hace poco, para ejercer presión política sobre Panamá, EEUU
colocó las operaciones bancarias del país en una lista ‘gris’. La ‘cooperación’
de Panamá podría aliviar al centro bancario de las presiones de Washington. En
todo caso, Panamá perdió la oportunidad de convertirse en una pieza clave en la
búsqueda de soluciones pacíficas a los conflictos en la región. Especialmente
en la ofensiva contra Venezuela de EEUU.
Ante la falta de iniciativa del gobierno en la cumbre, que se efectuará en
la ciudad de Panamá en abril, le tocará a los movimientos sociales asumir el
papel.
26 de febrero de 2015.
http://johnpilger.com/articles/why-the-rise-of-fascism-is-again-the-issue
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