Nepotismo – Control del poder por una familia o varias
familias.
En 2015 Panamá tiene una estructura de poder que descansa
sobre el sistema financiero y los servicios logísticos del Canal de Panamá y,
en menor medida, los puertos marítimos y aéreos. Además, cuenta con una fuerte
actividad comercial concentrada en la ruta de tránsito. Las finanzas y el
comercio se relacionan para hacer posible transacciones internacionales, tanto
lícitas como ilícitas. En esta actividad hay una fuerte influencia militar
norteamericana.
Sectores que antes jugaban un papel importante en la
correlación de fuerzas – como la industria, la agro-industria y la ganadería –
han perdido su alto perfil de antaño. El sector financiero ha asumido el
liderazgo (hegemonía) bajo la conducción de un grupo de familias tradicionales
que moldean las creencias de la mayoría de los panameños.
Son familias que se remontan a la fundación de la República
(1903) e, incluso, a la independencia de España (1821). Entre éstas se destacan
las familias Arosemena, Arias Feraud, Arango, De la Guardia y Boyd. En 1903,
estas familias manejaban los negocios relacionados con la ruta de tránsito, el
comercio y la propiedad inmueble urbana. En 2015, sus descendientes manejan las
entidades financieras y los negocios relacionados con la logística.
La presencia de estas familias fue notoria en la
conspiración que separó al istmo de Panamá de Bogotá. Ocuparon también los
cargos claves en los gobiernos que se sucedieron a lo largo del siglo XX. Perdieron su
hegemonía – pero no fueron despojados de sus intereses dominantes – durante los
gobiernos de Porras (1912-1924) y Torrijos (1970-1981)
En la actualidad, los descendientes de Pablo Arosemena,
Ricardo, Tomás y Raúl Arias, Santiago de la Guardia, Federico Boyd y J. Agustín
Arango dirigen el país desde los mandos financieros y políticos. Después de la
invasión militar norteamericana de 1989, el nepotismo se agudizó. Los
profesores Filiberto Morales y Edilcia Agudo en su folleto Nepotismo y
oligarquía, publicado en 1990, describen el asalto de las familias
tradicionales a los aparatos gubernamentales de aquella fecha.
La oligarquía se blindó en tres sectores claves: Por un
lado, el Ejecutivo del gobierno, por el otro, el sector financiero y, por
último, la Autoridad del Canal de Panamá (ACP). La legislación impulsada por el
presidente Pérez Balladares le entregó el monopolio de la confección y ejecución
del presupuesto nacional al recién creado Ministerio de Economía y Finanzas
(MEF). A su vez, la legislación le entregó carta blanca al sector financiero
para emprender actividades económicas con los recursos de la nación. Un nuevo
capítulo de la Constitución Política (reformada en 1994) ‘blindó’ a la ACP para
‘administrar’ la fuente de ingresos más importante del país.
Entre 1989 y 2009 – 20 años – este grupo perfeccionó su
dominio sobre la sociedad panameña. Los cuatro gobiernos que se sucedieron lograron
hacer los ajustes políticos, económicos e, incluso, ideológicos que
consolidaron el poder del pequeño grupo de familias. La hegemonía oligarca fue
retada a fines de la década de 1990 por una fracción comercial encabezada
políticamente por Ricardo Martinelli. Pérez Balladares le entregó lo que siempre
se ha considerado un botín, la Caja de Seguro Social (CSS). Después la
presidente Mireya Moscoso lo tranquilizó con el Ministerio de Asuntos del
Canal. La sed del sector comercial impulsó a Martinelli a aspirar por mucho
más, hasta llegar a la Presidencia de la República en 2009.
Instalado en el Palacio de las Garzas, Martinelli se propuso
desbancar a la oligarquía. No aprovechó, como era tradicional, la oportunidad
para consolidar su nicho en la estructura
de poder existente. Pensó que podía desplazar a las familias oligarcas. La
declaración de guerra fue reciprocada inmediatamente por las viejas familias y
sus extensas ramificaciones. El reto a las familias que Hernán Porras llamó
‘blancos capitalinos’ fue respondido con fuerza y contundencia. La figura de
Martinelli y sus asociados es fustigada por los medios de comunicación y la red
económica que pretendió levantar es desbaratada en los corredores de las
fiscalías.
Las familias tradicionales abren sus puertas a nuevos
miembros pero no pierde el control sobre la economía. Tampoco pierde lo que
considera sus relaciones de clase ‘especiales’ con la potencia de turno: EEUU.
El nepotismo se expresa a través de los vínculos familiares de quienes controlan
el poder económico y los resortes políticos así como culturales. Acabar con el
nepotismo implica consolidar un proyecto de nación que incluya a todos los
panameños.
4
de junio de 2015.
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