La defensa del profesor Miguel A. Bernal, ante la pretensión
del Consejo Académico de la Universidad de Panamá de expulsarlo de la casa de
Méndez Pereira, ha sacudido el mundo académico. En el marco de este conflicto
se desató una campaña mediática que colocó a la Universidad en un primer plano.
Tanto el profesor Bernal como el rector de la Universidad, Gustavo García de
Paredes, aparecen a diario en los medios de comunicación.
No hubo sector del país que no se solidarizara con Bernal y su
lucha por evitar ser expulsado de las aulas universitarias. Al mismo tiempo,
sus denuncias contra la administración universitaria fueron in crecendo penetrando
la opinión pública. El público no percibe, empero, que en el trasfondo del
enfrentamiento – y es importante destacarlo - está la crisis que vive la
Universidad de Panamá: Fiel reflejo de la crítica situación por la que
atraviesa el país.
Desde la invasión norteamericana en 1989, el proyecto de
nación panameño ha sido cuestionado duramente por los gobiernos de turno. Los
grupos que se suceden en el poder político no proponen la construcción de un país
incluyente, con identidad nacional y con un plan de desarrollo con equidad.
Observamos cómo los sectores dominantes incrementan la desigualdad social,
tratan de borrar todo vestigio de nuestra historia y promueven leyes que crean
empleos informales y más pobreza.
En este marco, la Universidad de Panamá no tiene futuro. La
Universidad fue creada para apoyar y consolidar el proyecto de nación. Cuando
fue fundada en 1935, recibió un mandato: Formar los profesionales que se
integrarían a las funciones administrativas del Estado panameño. En menos de
diez años cumplió con éxito su misión y se convirtió en baluarte de la nación, lanzando
sus luces desde el glorioso Instituto Nacional.
Una generación más tarde, el país se embarcó en el proyecto
de industrialización mediante la sustitución de importaciones (1948-1968). Fue
un período políticamente inestable, marcada por cruentas luchas sociales, pero
de fuerte crecimiento económico. Nuevamente, la Universidad jugó un papel
central respondiendo al llamado de formar los técnicos que requerían las nuevas
industrias, la construcción de carreteras y el impulso que recibió la
ago-industria. El nuevo Campus
universitario rebosaba de actividades, produciendo científicos naturales,
ingenieros, médicos y todos los técnicos que demandaba la nueva economía.
Posteriormente, los militares (a partir de 1970) pusieron en
práctica un plan de desarrollo que pretendía impulsar la creatividad de los
panameños a escala nacional. En el marco de fuertes tensiones internas – de
oposición a las instituciones castrenses – y un proceso de negociaciones por la
soberanía, la Universidad comenzó a producir los nuevos profesionales de las
ciencias sociales que necesitaba con urgencia el país. Cuando la Universidad
cumplió su cincuentenario (1985), sus fundadores y todas las generaciones que
los siguieron se sentían satisfechos de la labor cumplida al servicio del país
y del proyecto de nación.
No pretendemos dejar por fuera del análisis la lucha de
clases que presidía la realidad nacional que guiaba la evolución de la
Universidad de Panamá. Fue precisamente esta tensión – dialéctica – que
movilizaba a la juventud estudiosa y obligaba a los gobernantes (al servicio de
los empresarios más lúcidos) a ofrecer soluciones a sus reivindicaciones
sociales.
La invasión norteamericana de 1989 significó un paso atrás
para el país y para la Universidad. El proyecto de nación, los planes de
desarrollo y la lucha por la soberanía fueron desmontados. Panamá se hizo cargo
de la administración del Canal de Panamá en 2000. En 15 años recibió un ‘dividendo
extraordinario’ ($30 mil millones) que ha sido mal invertido. Los sectores en
el poder desviaron las nuevas riquezas hacia sus proyectos muy personales. La
corrupción se adueñó de la cosa pública.
La Universidad de Panamá no se escapó de la debacle. Los gobiernos
– encabezados por especuladores y financistas - desplazaron a los sectores
productivos. El profesor Bernal está diciendo que la Universidad perdió su
misión. Para que la Universidad recupere su lugar en la sociedad hay que
transformar el país. El país que queremos los panameños exige una universidad
que redefina su estructura y contribuya al desarrollo nacional. Necesitamos una
universidad dedicada a la investigación científica, capaz de enfrentar los
retos nacionales: nuevas industrias, desarrollo agropecuario, ser vanguardia
mundial en las ciencias marítimas y en las técnicas del transporte. Erradicar de la agenda
gubernamental los proyectos especulativos que no contribuyen al desarrollo
nacional.
19
de marzo de 2015.
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