La vanguardia estudiantil del Instituto Nacional marchó el 9 de enero de 1964, bajo un sol radiante, por el cerro Ancón, con un solo propósito: izar la bandera panameña en el asta del Colegio Secundario de Balboa, en la Zona del Canal. La bandera era el símbolo de un querer abstracto, de un pasado amado, de los espacios compartidos con padres y hermanos, el símbolo de la Patria. ¿Pero se limitaban los estudiantes sólo a honrar la bandera? Los estudiantes eran porta-estandartes, pero también encarnaban la Patria. Eran los mensajeros de un proyecto que se impregnaba en sangre y dolor, se hacía presente en forma explosiva: Era el nacimiento – el parto - de la Nación panameña.
La juventud que avanzaba con determinación por tierras
minadas por el ocupante foráneo, era la encarnación de una simbiosis, que
dejaría su marca para siempre: la Patria y la Nación se abrazaban envueltas en
el pabellón glorioso. Marchaban con un propósito muy claro: reivindicar la
soberanía panameña. ‘Un territorio, una sola bandera’.
La burguesía
nacional se reunió en torno al presidente Roberto Chiari en el Palacio
de las Garzas. Junto con sus asesores claves, el Ejecutivo asumió en horas
difíciles un liderazgo que pretendió levantar la bandera de la unidad nacional.
“Ante la alevosa agresión que eran objeto los panameños, afirma Luis Navas, el
presidente Chiari comprendió el momento histórico y se desempeñó con
inteligencia y coraje. Decidió romper relaciones diplomáticas con EEUU”.
El ministro de Educación, Manuel
Solís Palma, y el asesor legal de la Presidencia, Eloy Benedetti, comprendieron
que el 9 de enero no era un estallido espontáneo, no era una protesta pasajera.
La movilización popular era el resultado de varias generaciones acumuladas de
educación y organización que envolvía a todas las clases sociales. La
insurrección que se presenciaba en las calles también comprometía a la burguesía
nacional. Si en ese momento daba un paso atrás, el pueblo rebasaría los
perímetros históricos y avanzaría con el proyecto de Nación sobre sus propias
espaldas y asumiría todas las consecuencias de sus actos.
En el seno del gobierno de
Chiari, sin embargo, se encontraba otro actor importante de la epopeya. En las
primeras y agitadas horas del 9 y 10 de enero, los transitistas – especuladores tradicionales - se opusieron al rompimiento de
relaciones con EEUU e insistieron en la necesidad de apoyar a las fuerzas armadas ocupantes para reprimir
las manifestaciones populares que protestaban a favor de la soberanía nacional.
El otro actor
central fue EEUU. La presencia semi-colonial de ese país en Panamá se
partió en tres en las horas del atardecer del 9 de enero. Por un lado, la
Embajada de EEUU perdió control sobre los acontecimientos que se desenvolvían
rápidamente. No logró asumir el papel político que exigía la coyuntura. Por el
otro, el gobierno de la llamada Zona del Canal se encontraba acéfalo y contaba
con líderes políticamente ineptos. Por último, el Comando Sur de EEUU que
rodeaba el Canal de Panamá con cerca de 50 mil efectivos de las cinco ramas
armadas de ese país, distribuidos en 16 bases militares.
Mientras la Embajada se dedicaba a quemar papeles en su
‘bunker’ y la Policía de la Zona perseguía a estudiantes con sus toletes, salió
el Ejército de EEUU con sus tanques, bazucas y armas sofisticadas para
enfrentar al pueblo panameño.
El presidente Lyndon
Johnson, desde Washington, le daba instrucciones a sus asesores y subalternos
para poner fin a las protestas. En los documentos desclasificados por Washington,
sobre la insurrección del 9 de enero en Panamá, se destacan los informes de
Thomas Mann, enviado personal de Johnson, quien hablaba de una revolución en
Panamá. Trabajando en forma cercana con
grupos antinacionales panameños, Johnson jugaba con la opción de intervenir militarmente para abortar un
supuesto golpe de las fuerzas del opositor Arnulfo Arias combinadas con los
comunistas.
Según un informe de la CIA, también desclasificado, la hegemonía o “status quo de la élite estaba
peligrando”. Además, “los comunistas y castristas, aprovechando el
nacionalismo, han establecido alianzas, han crecido y sus organizaciones han
mejorado”.
Queda claro para la
historia que la confusión e ignorancia que dominaban las filas de los dirigentes
norteamericanos fue la causa de la
muerte de 23 jóvenes panameños en las jornadas heroicas de enero de 1964. El
presidente de ese país y su equipo sólo pensaban en las próximas elecciones.
8 de
enero de 2015.
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